Es hora de dar al planeta un poco de sostenibilidad durante las fiestas

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Nuestros viajes, el papel de embalar, la huella de carbono de los regalos o los festines que preparamos suponen una carga importante. Puede que sea una época festiva, pero el planeta no se toma ningún descanso.

Debemos transformar nuestro modo de vida y de consumo para reducir nuestra huella de carbono. Podemos empezar por cómo celebramos estas fiestas. Eso nos dará la oportunidad de cambiar de hábitos.

Una familia normal gasta de media un 29 % más en diciembre que en cualquier otro mes. Casi todo ese aumento de gasto tiene consecuencias en nuestra huella de carbono, por lo que, si decidimos de manera colectiva celebrar unas Navidades sostenibles, podremos marcar una gran diferencia y a la vez ahorrar dinero.

Los árboles de Navidad tienen su propia huella de carbono. Según un estudio de Ellipsos que comparó los árboles artificiales con los naturales, los artificiales suponen una emisión de 8 kg de dióxido de carbono, el equivalente de conducir más de 300 km, mientras que los árboles auténticos emiten 3,1 kg de dióxido de carbono, el equivalente de conducir 120 km. Alquilar un árbol auténtico en lugar de comprarlo es una opción sostenible, al igual que comprar un árbol que luego podamos plantar en nuestro jardín.

De hecho, ¿es necesario tener un árbol? Tener árboles de Navidad en casa es una moda relativamente moderna que deberíamos replantearnos. Podemos decorar nuestra casa de muchas otras maneras y seguir disfrutando del espíritu navideño.

En lugar de malgastar espumillón o comprar adornos de plástico que no son sostenibles, ¿por qué no sacar la creatividad que llevamos dentro y fabricar nuestros propios adornos? Podemos reciclar objetos abandonados por la casa o ir de expedición a parques y bosques cercanos para recolectar piñas o muérdago. Los adornos hechos de frutas secas o plantas dan un toque maravilloso a la decoración, son biodegradables y tienen un impacto en nuestro planeta mucho menor que cualquier bola de Navidad que compremos desde China.

Al pensar en qué regalar, debemos reflexionar si necesitamos comprar los últimos productos del mercado. Los regalos de segunda mano son objetos que ya han servido de regalo y pueden costar menos que la última versión de cualquier producto. Si decidimos regalar libros, podemos buscar algún ejemplar descatalogado en librerías de segunda mano. Si nos decantamos por este tipo de regalo, reduciremos de manera importante nuestra huella de carbono, sobre todo si no tienen que enviárnoslos desde países extranjeros.

Las cadenas de suministro de regalos navideños pasan por todos los confines del planeta, ya que hay juguetes que se producen con partes provenientes de distintos países, se ensamblan en otros lugares y luego se envían a los países donde se venden.

La manera de envolver nuestros regalos también puede suponer un enorme impacto al planeta. Para producir 1 kg de papel de envolver se necesitan 1,3 kg de carbón y el proceso de fabricación emite 3,5 kg de dióxido de carbono, según Greenpeace. Eso no incluye la huella de carbono de enviar ese papel a las tiendas de todo el país. En lugar de usar papel, podemos descubrir el Furoshiki, la tela japonesa para envolver regalos. Nuestra papelera de reciclaje también nos lo agradecerá y podremos usar la tela de los regalos que recibamos para los que nosotros demos el año siguiente.

Una comida navideña típica en Reino Unido emite el equivalente de 20 kg de dióxido de carbono, según un estudio académico, y el 60 % de las emisiones relacionadas con los pavos. En España hay quien disfruta del pavo trufado de Navidad, relleno de trufas, pero este y otros tipos de producción cárnica no son más saludables para el medioambiente y además suponen la emisión de metano y óxido de nitrógeno. Si decidimos tener un menú vegetariano, las emisiones se podrán reducir a la mitad.

En lugar de dar regalos únicamente a nuestros seres queridos en Navidad, ¿por qué no incluimos al planeta en nuestra lista y le regalamos un poco de sostenibilidad en esta época festiva? También conviene recordar que proteger el planeta no es algo que debamos hacer solo en Navidad, sino que es una tarea de por vida.

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